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Creando escuela

lunes, 26 de octubre de 2009

Menú del día: Dos rubias (Parte I)

Cuando se trata de mujeres, es muy raro que rechace alguna para usar a mi antojo. Rarísimo. Pero tengo preferencias, claro está. El que o la que no las tenga, es un falso/a o un cinico/ca. Por ejemplo, es muy raro que consuma una hembra que tenga como talla de sosten algo inferior a la 85 de copa b (a no ser, claro está, que éstas den leche, en cuyo caso, las disfruto todas, sean como sean... está el patio para ir rechazando el Maná) y luego me gustan tal vez más las morenas que las rubias o castañas (las pelirrojas he catado poco y no puedo dar una opinión fiable todavía)

Os cuento que el pasado viernes acudí a una cena con unos compis y gente que conocí la misma noche. La cosa fue tan bien que, se propuso a los supervivientes de la noche juerguista un encuentro para el domingo. Comer en casa de dos hembras que había acabado de conocer esa noche: Esther y Ainhoa. (En poco tiempo he conocido a dos Ainhoas por cierto) Finalmente, fuimos 6 en total. 4 mujeres y 2 hombres. Lo que pasa es que había una pareja. Es decir que el único varón militante en el ejercito de solteros empedernidos era un servidor. En cuanto a las otras 3 chicas, ya sabeis... con edades comprendidas entre los 23 y los 29 años puedes encontrarte de todo. Desde la que harta de todo lo que sea hombre, hasta la picantona de turno o "la mucho ladrido pero poco mordedora" o la que realmente notabas que la temperatura de su entrepierna sobrepasaba los 100 grados positivos. Lo que sucede es que en casos así nosotros trempamos y ellas solo chorrean con lo cual, es más discreto y has de saber muy bien como explorar las miradas que distinguen deseo de la simple simpatía.

La comida estuvo muy bien y hubo marisco... no se si sabréis que circula el mito o una aseveración "cientifica" de que cuando una mujer le apetece comer marisco es que su libido esta algo fuera de control. Es un alimento afrodisiaco (o eso dicen) asi que yo, maquiavélico observador, que me ha reportado tantos éxitos como problemas en mi vida de cazador de zorras, me puso en sobreaviso de que las feromonas estaban circulando duro por el comedor. De buena gana, me hubiese gustado tumbarlas a todas sobre la mesa y comerles el coño una por una, pero debía ser el "yo civil"... al menos, todavía.

La cosa se torció cuando la pareja de casados, comenzó a tener un roce que fue en aumento y termino con una desagradable discusión que hizo que fueran los primeros en marcharse... sin postre. (Otro día, si me apetece, os contaré lo de esta parejita) Ver esas escenas, me hicieron reafirmarme en mi teoria de que solo los insensatos/as deciden formalizar una relación porque para mí, la poligamia es tan natural y necesaria como el cagar. Con ellos se fue una de las chicas, intima de ambos que intentó en varios momentos apagar el incendio de reproches y criticas que, para ser francos, ya había comenzado el mismo viernes por la noche, con lo cual, no entendía como habían venido el domingo. Pero ¿quien entiende a las parejas "formales"?

Asi que nos quedamos Ainhoa, Esther y yo en el salón. Durante un rato hubo más silencios que palabras. La escena no había sido nada agradable y ellas parecían afectadas. Bueno yo estaba indeferente, salvo preocupado por poder ver algo más de los relieves de sus cuerpos. Ainhoa vestía un vestido de una sola pieza sin escote, color azul que ocultaba un generosísimo tetamen que calculé en talla 95 o 100 copa c. Rubia de cabellos cortos y bastante alta. Digo alta porque me pasaba a mí una cabeza y pico. En cuanto a Esther, llevaba el cabello más largo, ondulado y hasta algo más abajo de los hombros. Una blusa que iba desabrochada hasta el tercer botón y sí ofrecía un generoso escote con un relieve mamario 9o o 95 aproximadamente, copa b o c.

Despues de debatir un poco sobre quien podía haber tenido más la culpa en la discusión y que de poco hace que me salpicara de mi innato carácter machista, empezamos a hablar de que la vida estaba para gozarla y olvidarse de los problemas. A partir de ahí, la charla fue subiendo de tono y se escapaban preguntas picantillas pero sin pasarse (por parte de ellas) donde procuraba dar respuestas que, al menos intentaran, detonar el flujo vaginal de forma definitiva. Para conseguir eso, un consejo, amiguetes: de entrada no ir directos. Rodear la respuesta, dadles forma, calentar las palabras y expulsarlas suavemente, con tono suave pero firme. Ellas se ponen cachondisimas ante los hombres seguros. Que demuestran que estan incluso mentalizados hasta para follar con la Dama Muerte.

Ainhoa: Tú eres el tipico fantasma. (Riendo)
Esther: Sí (riendo) con su sabanita y su cadenita.
Yo: Bueno es posible que pensar eso os haga sentir más seguras.
Esther: Chato, que seguras lo estamos eh.
Ainhoa: Finas y seguras, como Ausonia (Carcajadas)
Yo: Entonces es que no sois conscientes de con quien estais hablando.

Decir algo así, solo debe hacerse si antes has percibido de algún modo que a tu juicio parece claro, que les gusta el riesgo. Es muy fácil equivocarse, así que solo os puedo decir que confieís en vuestro instiinto y decidid si usais o no esta arriesgada carta.

Esther: Uuuuh (Risas)
Ainhoa: A ver si vas a ser tú el que no sabe con quienes estás hablando, "bonico".

El sofá donde estaban ellas, era de tres plazas. Yo estaba a la derecha de él en uno de una plaza. Así que me limité a levantarme y sentarme entre las dos. Ellas al verlo dieron un imperceptible repingo pero sin más, salvo nuevas risas y miradas entre ambas. Dejé pasar unos segundos y... lancé una primera sonda de reconocimiento ya que puse cada mano en ambas rodillas de ellas para ver su reacción. Era el momento crítico. Si no había rechazo, era buena señal. No lo hubo. Solo carcajadas, esta vez con algo de sensación nerviosa en ambas, pero nada más. Froté las rodillas un largo minuto haciendo que poco a poco subiera medio palmo más hacia arriba. Dí gracias de que ambas llevaran falda. Ainhora por su vestido de una sola pieza y Esther por llevar una tejana que le llegaba un palmo y algo por encima de las rodillas, precisamente. Mis manos siguieron el leve masaje y llegó el momento de dar otro paso, tal vez el definitivo, el que haría que tuviera que salir a trompicones del piso o acabase atendiendo a dos putitas al mismo tiempo, algo que hacía la tira que no llevaba a termino.

Debía elegir boca. Elegí la de Ainhoa y dejando su rodilla libre, pasé mi mano por su mentón atrayendo su cara a la mía. Noté una leve y fugaz resistencia pero en su mirada había llamas. Me pregunté si dos hembras así podian haber llevado ni si quiera dos días sin hombre que las follara. Eran atractivas, mucho y parecían o me parecían que estaban tan hambrientas como yo. Mi boca atrapó la suya el choque de lenguas y leves mordiscos de labios fue todo uno. Mi otra mano, la que estaba sobre ya el muslo de Esther, seguía su andadura cada vez más hacia arriba. Sabía que estar con dos mujeres implicaba ser equilibrado. No podía dejar muchos segundos a una de ellas sin atender, salvo en el momentos del folleteo.

Joder debo dejarlo. Me viene curro. Continuaré en cuanto pueda.

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