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Creando escuela

jueves, 16 de abril de 2009

Siempre atentos... siempre listos

Hoy me han dado teoricamente el día libre (y digo teoricamente porque no puedo separarme de mi movil) cosa que aprovecho para poner al día mis temas pendientes.

Os contaba hace unos días que tuve una experiencia lactante cuyo contacto inicial se produjo nada más y nada menos que en un autobus de mi ciudad. Lo cierto es que fue todo un cúmulo de casualidades y asumir riesgos pero ya sabéis que cuanto mi instinto de cazador, de vampiro blanco se activa, va casi irremediablemente unido a mi condición de suicida. Asi que, cuando vi a esta madura ecuatoriana con su cochecito de bebé, supe que no iba a perdonarme, al menos, intentar una aproximación con ella.

Sin embargo, tenía clara dos cuestiones: Una, que iba a hacer todo lo posible porque la operación, si tenía éxito, no me costara ni un euro. Dos, que en caso contrario, la inversión fuera mínima. Si quería que la primer opción fuera la exitosa, debía asumir que la sangre fria y mi actitud dominante, debería surgir así que viera que se diera el momento. Pero repito: no era fácil. Estaba en un autobus. Asi que, durante gran parte del trayecto, me limite a lo que veis, observar y fotografiar de un modo que, estoy seguro, alguno se debió percatar ya que, aunque puse mi movil de modo disimulado, se notaba algo forzado y noté alguna mirada reprochante. No me importaba, al menos, pensaba que si no había ningun éxito en el intento, al menos podria haberos mostrado a la Fuente N.R. que se me escapó.

Calcule unos 34 o 37 años aproximadamente y una talla 95 de sostenes, como mínimo. Al ser una hembra de anchas caderas y algo rellenita, lo que era la cuestión mamaria quedaba un poco en entredicho. Durante tiempo, nos cruzamos las miradas varias veces y digo yo que fue porque mi atención hacia ella era descarada. Sabía que debía actuar rápido ya que en cualquier momento podia ser su parada. Asi que, despues de esta secuencia de tomas y cuando vi que se levantaba ya para bajarse, me olvidé de mi destino y decidí bajar con ella.

Pero la primera sorpresa fue que no bajaba sola. Me pareció ver a un chaval de unos 15 años y otro de unos 8 con macuto del cole, que hasta entonces habían estado algo alejados de ella, como hablan con ¿su madre? y se disponían a bajar con ella. Eso me frenó en seco por unos instantes y me plantee simplemente no bajar, pero estaba ya con media trempera y sobre todo imaginandome esas ubres goteando leche materna aunque, todo fueran, por el momento suposiciones mías. Sin darme cuenta, estaba bajando con ellos. Los seguí a una distancia prudencial por varias calles. Sabía que, cada vez que daba un paso, mi implicación en el tema era cada vez más comprometida. Pensaba que en cualquier momento podíamos cruzarnos con una pareja de municipales y que ella me señalara pero no ocurrió nada. Cuando llegamos a una placeta determinada, los crios se quedaron fuera junto con el cochecito del más pequeño, mientras la madre entraba en una tienda de chinos. Sabía que era mi oportunidad para estar sin los crios cerca y entré. Las pulsaciones del corazón me iban a mil por hora pero mi semi trempera rábica, me daba confianza para seguir. Hice ver que miraba objetos de venta observando atentamente a mi presa. Fue cuando se arrinconó, dandome la espalda, a una zona vacia del local cuando me lancé al abordaje... verbal. Y fue como un lameton directamente a sus pezones porque de mi boca salió la siguiente pregunta en tono suave pero decidido:

Yo- ¿Tienes leche?

No me respondió pero tampoco salió corriendo. Supongo que se hizo la sorda o despistada. De todos modos, noté como una interrupición en su respiración normal para hacerse algo más acelerada. Decidí acercarme un poco más a su nuca y volví a hacerle la misma pregunta. Entonces, si note que se asustaba un poco porque sin moverse un milimetro respondió con un hilito de voz "por favor, señor"

Entonces me puse aun más cachondo por la sensación de poder que experimentaba pero también sabía que estaba arriesgando brutalmente. Asi que intente reconducir el tema.

Yo- Solo es una pregunta. ¿Tienes leche o no?

Tampoco respondió pero no hizo falta. Con titubeo, dijo que si con la cabeza. Entonces la tranquilice.

Yo- Mira no quiero hacerte ningun daño. No soy lo que tu crees. Solo que me gusta mucho la leche materna de las mujeres y te he visto con un bebe de pocos meses. Solo te pido que me des un poco de mamar y me iré sin molestarte más.

Siguió sin girarse y no movio la cabeza. Asi que tuve que proseguir.

Yo- Mira, vamos al bar de aqui al lado, entramos en los servicios y me das de mamar unos minutos. Te doy mi palabra de que no hare nada más. Solo quiero mamar tus tetas. Dime ¿Como te llamas y de dónde eres?

Con el mismo hilo de voz me respondió con un nombre y me dijo que era ecuatoriana.

"Leche materna ecuatoriana... me falta" pensé.

Entonces ella me preguntó algo:

Ella - Señor ¿y si yo le pido que no me pida eso?

Yo- Me pondria muy triste. ¿Tan desagradable es que des un poco de tu alimento a un hombre?

Ella- Señor pero yo a ud. no le conozco de nada. Yo soy mujer casada. Hace poco que estoy acá.

Yo- Si ya se que eres casada, se más de lo que crees.

Era necesario colgarme un farol de este tipo para hacerme respetar. Con una respuesta así, dejas claro que puedes tener armas ocultas (no fisicas) que utilizar llegado el momento. Si eres astuto y sobre todo sabes interpretar bien el papel, este tipo de faroles pueden abrirte muchas puertas y escotes (piernas también) y sobre todo una señal de que, si aceptaban, es que tenían cosas que ocultar.

Yo- Mira, ahora salimos los dos y les dices a tus hijos que esperen. Entras en el bar, yo entraré un minuto despues de ti y nos encontramos en el baño.

Por fin se dió la vuelta aunque no me sostenía la mirada. Ésta permanecia más bien hacia abajo. Asintió y fue saliendo. Fue el momento crítico y estuve preparado para cualquier cosa. Pero salió calmada y vi que hablaba con sus dos hijos un momento. Abria el bolso y les daba un dinero. Los tres se fueron al quiosco de la entrada a la plaza y la mujer se metió en el bar. Por un instante pense que lo del bar habia sido mala idea. ¿Quien me decia a mí que ahí no habrian conocidos de ella a los que ésta advirtiera y al entrar yo me hicieran picadillo?

Kamikaze. Eso soy y volví a jugarmela. Entrando en el bar, la vi a ella cerca de una mesa que daba a los servicios y mirandome esta, entró en él. Pedi una cocacola y dije que iba al baño. Al entrar, la vi en la puerta que daba al de señoras y le pregunté si habia alguien dentro. Ella volvio a picar a la puerta y nadie respondió, asi que yo mismo abrí y casi le di un leve empujoncito para que entraramos juntos. Disponía de pocos minutos y lo sabía. Ella pareció que iba a echarse atras pero la mire fijamente. Le bajé los tirantes del vestido y del sosten casi de un tirón. Las copas de los sostenes también fueron bajados con cierto impetu pero es que ya no podía más. La excitación y el riesgo que estaba corriendo eran enormes. Ahí ante mis ojos aparecieron dos tetas bastante caidas, de aureola grande y pezones mamadores de color oscuro. No eran el tipo de tetas que a mí especialmente me entusiasmaran pero pensé en la leche que pudieran contener. Asi que, le dije que se mantuviese quieta mientras le mamaba. Cogi ambas muñecas de ella y se las puse en los costados y su torso quedó a disposición de mi boca. Me amorre a su pecho izquierdo y succioné con fuerza. Al principio no noté nada pero a medida que fui succionando ya notaba el tibio dulzon del nectar lechoso ir poco a poco llenandome la boca. La polla me dolía de verdad y tuve que bajarme la bragueta para sacarme la polla. Eso hizo que ella se revolviera con cierta claridad. Su teta salió bruscamente de mi boca ofreciendo el tipico bailoteo de resistencia. Supongo que pensó que iba a follarmela. Asi que fui claro y le dije que, aunque me encantaria follarle la boca, no iba hacerlo, solo iba a aliviarme yo mismo mientras me daba ella de mamar. Eso la calmó relativamente y se volvió a dejar hacer. Mientras seguía con su teta izquierda, me ordeñe la polla con impetú. Estaba claro que entraba leche en mi boca, pero iba a salir de la mia en cualquier momento de mi polla. Lástima que no hubiera, una boca, un coño o un culo que la recogiera. De la mamella izquierda a la derecha pasé en un instante y esta parecía más llena que la izquierda ya que era menos necesario aplicar fuerza en la succión y los chorritos de leche me entraban en la boca con más facilidad. Era una leche dulce, templada y equilibradamente liquida y espesa. Se notaba que esa mujer sabía lo que era criar hijos con el pecho. Seguro que comía sano o al menos lo intentaba. Mucha fruta y hortalizas. Solo así se comprendía la buena calidad de su Maná. Os aseguro que hubiese pasado más tiempo mamando pero cada minutos que permaneciamos así, aumentaba el riesgo de modo terrorífico. Mi polla comenzó a escupir leche que cayó entre los pies de la mujer porque apunté hacia abajo y ella desde que había visto mi polla fuera, se había apartado un poco más de mi. Al ver ella que mi polla escupia los chorros de mi lefa, separó un poco más las piernas y se arremangó lo justo la falta para que no le salpicara. Cuando me aparté de sus tetas, a penas me dejó verlas si goteaban o no. Se las guardo con una velocidad de vertigo. Cuando estaba a punto de salir, le cogí del brazo y le di las gracias. Le aclaré que lamentaba mucho haberlo tenido que hacer así, pero que, no había pretendido hacerle ningun daño. Ella no me miraba, solo asintió de nuevo con la cabeza y deseando salir.

Sabía que, en cuanto saliera, dispondria de menos de un minuto para salir yo también de ahí. Era el momento tal vez más critico de todos. Como en el suelo del baño habían mis abundantes goterones de mi leche, sabía que eso debía ser eliminado. Asi que con abundante papel higienico y agua, lo borré como pude y salí. Conforme caminaba en dirección a la salida, estaba totalmente tenso. Igual fuera podia encontrarme a los municipales o cualquier cosa de esas. Alguien me llamó detras de mi y me quedé helado.

Hombre- Oiga ¿Y la consumición que?

Uf... retrocedí tras mis pasos y le pagué la bebida. Le dije que había recibido una llamada urgente y debía irme. Al tipo, por supuesto, poco le importó mi vida, mientras pagase. Al salir, vi que no había rastro de nada, ni de nadie. Y respiré aliviado.

Al volver a subir en el autobús, entonces me dediqué a recrearme en el recuerdo de lo que había experimentado y... me gustó. Como me gustó notar los restos del sabor de la leche materna ecuatoriana en mi boca.

Y ahora, como no excarmentando, me pregunto si volveré a cuincidir con ella. Algo me dice que cogerá otra línea a partir de ahora.

Ahora, después de haber leido esto, algunas me podrán llamar de todo pero otras, lo se, permaneceran en silencio mientras su rajita burbujea de deseo pensando en lo morboso que hubiese sido vivir algo así.

Ah... la doble moral femenina...

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